Cuidado con el monóxido de carbono: Cómo prevenir intoxicaciones al usar estufas en invierno
- Por Cristian Latorre
Con la llegada del otoño y el invierno, el uso de estufas y sistemas de calefacción aumenta considerablemente en los hogares. Sin embargo, junto con el confort térmico, también crecen los riesgos asociados a la mala mantención o funcionamiento de estos artefactos, especialmente la posibilidad de intoxicación por monóxido de carbono, un gas altamente tóxico y potencialmente mortal.
Gas que no puede ser detectado
Conocido también como “el asesino invisible”, el monóxido de carbono (CO) es un gas incoloro, inodoro e insípido que se genera por la combustión incompleta de productos que contienen carbono, como la leña, carbón, gas, kerosene o alcohol. Su presencia en el ambiente es particularmente peligrosa porque no puede ser detectada por los sentidos humanos, según explica un artículo de Infobae.
A diferencia del gas natural —que contiene metano y un aditivo (mercaptano) con olor a azufre para facilitar su detección—, el monóxido de carbono no emite ningún tipo de olor. Esto significa que solo puede ser identificado mediante dispositivos específicos, como detectores de CO, que deben instalarse en lugares estratégicos del hogar.



¿Cómo prevenir una intoxicación?
La mejor manera de prevenir intoxicaciones por monóxido de carbono es realizar una mantención adecuada de estufas, calefactores y otros aparatos que generen combustión, además de asegurar una correcta ventilación en los espacios cerrados.
LO ÚLTIMOTambién es fundamental evitar el uso de braseros o cocinas a gas como método de calefacción, apagar estufas a gas o parafina antes de dormir, efectuar revisiones periódicas a los sistemas de calefacción e instalar detectores de monóxido de carbono en puntos estratégicos del hogar, como dormitorios o pasillos. La inhalación de este gas puede tener consecuencias graves para la salud.
Entre los síntomas más comunes se encuentran el dolor de cabeza (cefalea), mareos, fatiga, somnolencia excesiva, náuseas, vómitos y alteraciones visuales. En casos más severos, una exposición prolongada puede provocar pérdida de conciencia e incluso la muerte.
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